Imagina que todas tus contraseñas, cuidadosamente creadas para proteger tu información más valiosa, se vuelven inútiles en un instante. Esto podría suceder con la llegada de la computación cuántica, una tecnología que promete cambiar no solo la velocidad y capacidad de los cálculos, sino también la seguridad digital en la que confiamos hoy.
A diferencia de los computadores tradicionales, que operan con bits en un estado binario de 1 o 0, los computadores cuánticos utilizan qubits. Estos qubits pueden existir en múltiples estados a la vez, lo que les permite procesar información a una velocidad incomparable. Según el físico teórico Michio Kaku, esta capacidad es como recorrer todos los caminos de un laberinto al mismo tiempo, en lugar de ir por uno solo a la vez.
Este poder computacional también tiene un lado oscuro: la posibilidad de descifrar en segundos contraseñas y sistemas de encriptación que tomarían miles de años para los computadores actuales. En 2020, Sundar Pichai, CEO de Google, advirtió que la computación cuántica podría quebrar la encriptación actual en un plazo de cinco a diez años. Ahora, en 2024, estamos más cerca de ese umbral, aunque la tecnología aún enfrenta desafíos significativos antes de ser plenamente realizable.
Sin embargo, el riesgo es real y actual. Los hackers están almacenando grandes cantidades de datos, anticipando el día en que puedan ser decodificados por una computadora cuántica. Esto significa que incluso si tu contraseña sigue siendo segura hoy, podría no serlo en el futuro cercano si ya se ha extraído tu información.
Mientras países como Estados Unidos, China y Alemania lideran la inversión en tecnología cuántica con programas que ascienden a USD $38.6 billones, Chile se encuentra rezagado en esta carrera. A pesar de la creación de la Comisión Asesora Ministerial sobre Tecnologías Cuánticas en abril de 2024, el país aún está lejos de alcanzar a las potencias mundiales que llevan décadas de ventaja.
La amenaza cuántica es una realidad que requiere una respuesta urgente y coordinada. Sin un avance significativo en esta área, las contraseñas que hoy protegen nuestra privacidad podrían volverse laberintos obsoletos, dejando abiertas las puertas de nuestra intimidad digital.
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